Para refrescarles un poco la memoria le recordamos a los dirigentes mundiales que es un agente nervioso que actúa colapsando por completo el cuerpo y que provoca una muerte bastante desagradable: la persona muere asfixiada ante la paralización de todos sus órganos y músculos.
El sarín fue inventado por Alemania en el año 1939 y fue creado para usarlo como pesticida contra las plagas que afectan a muchos cultivos. Por ello su funcionamiento es parecido al malatión, otro producto químico que neutraliza el sistema nervioso de los insectos. La denominación de gas sarín proviene de la primera sílaba de los apellidos de los científicos que lo descubrieron: Schrader, Ambros, Rüdiger y Van der Linde.
La primera constancia de su uso en un enfrentamiento bélico data de la guerra que enfrentó a Irak e Irán en los años ochenta, aunque se ha alertado que los nazis también lo habían usado. A la ONU le costó mucho firmar un tratado que prohibiera el uso de dichas armas y tuvieron que esperar hasta 1993 para rubricar la convención sobre la prohibición de dicho armamento. Casi todos los países miembros lo han ratificado, pero por ejemplo Israel le dio el visto bueno en un principio pero todavía no lo ha votado su parlamento. En otros casos como Corea del Norte, Angola o Egipto ni siquieran están de acuerdo.
Hay numerosas denuncias sobre dictadores que usaron el gas sarín contra su población como fue Pinochet en Chile. No obstante el caso más famoso ocurrió en marzo de 2005 cuando miembros de la secta Aum Shinrikyo soltaron restos de este producto en el metro de Tokio. Doce personas murieron y más de tres mil resultaron heridas, las cuales tendrán secuelas de por vida.
El régimen de Siria ya reconoció a mediados de 2012 que tiene almacenados grandes cantidades de armas químicas, entre las que destacaban el sarín y un derivado mucho más potente, el gas VX. A pesar de la confirmación, la ONU no pensó aplicarle las cláusulas del tratado que impide su almacenamiento.
La velocidad con la actúa el gas sarín contra la población Siria es inversamente proporcional a la lentitud de la diplomacia internacional que sigue sin hacer caso del genocidio que se está produciendo. La puerta de atrás acabarán golpeándoles en sus propias narices.
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